“La maledicencia y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo. Ahora bien, el honor es el testimonio social dado a la dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Así la maledicencia y la calumnia lesionan las virtudes de la justicia y de la caridad.”
Esta es una cita del Catecismo de la Iglesia Católica (N° 2479) que me viene a la memoria por la intrascendencia que le dieron los medios de comunicación en la Argentina a una noticia que ocupara, hace un tiempo atrás, tantas veces los titulares y las portadas.
El 8 de julio una Jueza sobreseyó a Mons. Baseotto, actual obispo castrense de la Argentina, en la causa de “apología del crimen” que se presentó al usar una cita bíblica en una carta personal dirigida al ministro de salud de la nación. Apremiados por la agenda que instalaba un tema gravísimo, dijeron que Mons. Baseotto apelaba a los “vuelos de la muerte” de la dictadura setentista para eliminar a sus adversarios en la defensa de la vida contra la legislación del aborto y la salud reproductiva.
A causa de sus afirmaciones se lo acusó de “apología del delito”; “infundir temor público” y de “amenazas para alarmar o amedrentar a una o más personas”.
La jueza federal, al desestimar toda conducta delictiva del obispo por haber hecho una cita evangélica, expresó en relación a la carta: “…ya sea dentro del contexto en que se enviara, como también de su interpretación literal, la misiva suscripta por monseñor Baseotto no sólo no hace mención alguna a los sucesos señalados por los denunciantes, sino que tampoco ofende al bien común ni hace exaltación, ponderación o elogio de ningún hecho criminal específico, sino que el pasaje que se critica resulta una simple remisión literaria formulada por una autoridad eclesiástica, sobre una obra, que para su credo es la base misma del culto que profesa y cuya redacción quien la señalara considera inspirada por Dios; por lo cual, aseverar que los dichos formulados por el Obispo significaba una exacerbación de hechos que se habrían producido en el pasado, corre por cuenta de quien así lo entienda, mas no merece, a criterio de la suscripta, el reproche de los entes jurisdiccionales encargados de reprimir delitos. Lo contrario implicaría vulnerar la libertad y autonomía de la que gozan las agrupaciones religiosas”.
Y más adelante expresa que “esta magistrada entiende que no debe resultar extraño amenazador o alterador del orden público que una autoridad eclesiástica cite y se exprese en orden a la religión que profesa. De resultar así, la simple mención que un sacerdote formule sobre la vulneración de determinados mandamientos o la desventura que le espera a aquel que cometa un pecado, podría también entenderse como una conducta delictiva amenazante.”
Ahora nos surge una pregunta: ¿por qué los medios, que durante tanto tiempo hablaron sobre Mons. Baseotto para criticar la presunta apología del delito, prácticamente callaron en sus titulares, en sus portadas y en el espacio dado a esta noticia? ¿es falta de memoria de lo que significó el acontecimiento o hay otros intereses detrás de esto? No sé, estas cosas me superan. Por esto quiero volver a citar el catecismo: “La maledicencia y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo. Ahora bien, el honor es el testimonio social dado a la dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Así la maledicencia y la calumnia lesionan las virtudes de la justicia y de la caridad.”