- El río tiene buen agua y las orillas del valle son fértiles, ¿qué más podemos pedir?
- Si. Tenés razón. Pero el pueblo va creciendo y hacen faltas más alimentos… o conseguimos más tierras para cultivar o nos moriremos de hambre en un futuro cercano.
- Claro… es fácil decirlo… pero… no hay más tierras… solo las grandes alturas de los Andes que nos rodean… pero es imposible cultivar en las rocas…
La foto la tomé hace unos años. Es del Valle Sagrado de los Incas, situado entre el Cuzco y las ruinas del Machu Picchu. Lo que vemos son andenes o terrazas que se construyeron en las altísimas laderas de las montañas. Pertenecen a una cultura pre-incaica, la del pueblo Huari. Comenzaron a cimentarse alrededor del año 500 de nuestra era cristiana. Y se fueron perfeccionando con el lento transcurrir de los siglos.
El guía nos decía que se sembraban allí la papa y el maíz. Y que eran de distintas características en su tamaño y dulzura de acuerdo a la altura en que se plantaran.
Aparentemente es un trabajo muy sencillo. Simplemente hay que construir una ladera de piedras y rellenarlas con tierra cultivable. Fácil… ¿no? Pues para una cultura que no conocía el hierro… más que fácil fue poner a trabajar el ingenio humano.
Para construirlas no solamente debían amontonar piedras en murallas. Debían también hacerlas con tales materiales que retengan la tierra y, a la vez, permitan la filtración del agua para que no se les aneguen y se pierda la cosecha. Toda una obra de ingeniería.
Todo es posible cuando…
La primera lección que nos deja la foto es que no hay que pensar que lo que soñamos puede ser alocado. A veces pecamos por tener demasiado “sentido común” al encarar determinadas cuestiones en nuestra vida. Y no nos atrevemos a arriesgarnos a dar el primer paso de lo que, en un futuro, puede ser grande.
Lo segundo que me inspira es que no se puede conseguir nada solo. Se necesitaron muchas manos para construir los paredones y llenarlos de tierra. Pero se necesitaron también muchas generaciones que retomaran el trabajo de la anterior, lo mantuvieran, los repararan, los mejoraran y… se animaran a ampliarlos. Somos deudores de los sueños de nuestros antepasados que creyeron en que lo imposible es posible dando juntos un primer paso.