Una de las cosas que recuerdo de mi mamá es que, cuando hacía cosas que ya la sacaban de sí, me solía recordar: “mirá que Dios castiga sin mostrar la vara…”. No sé si le hice caso alguna vez luego de que su reto terminara de esa manera… pero creo que es un refrán interesante para que reflexionar sobre este tema. Y, a pesar de su simplicidad, tiene varias aristas que nos ayudarán.

Comencemos por la negativa: la imagen de Dios que te deja esta expresión. Parecería que nuestro Señor es alguien celoso y malicioso, que está esperando que pises el palito para caerte con todo el poder de su fuerza. Y es la imagen que solemos tener cuando frente a alguna calamidad, nos preguntamos: “¿qué hice para que Dios me castigara de esta manera?”. Pero nuestro Dios no es Alguien que está atento a nuestras faltas… para destrozarnos. Al contrario, es el Misericordioso Padre que entregó a su Hijo para que, desde el amor crucificado, nos regalara la presencia viva del Espíritu Santo (Jn 3,17).

Una respuesta…

Entonces… ¿debemos afirmar rotundamente que Dios no castiga y se olvida de todo? Sí y no.

Sí, en el sentido que en su misericordia está atento a perdonar a quién reconoce su falta y desea convertirse (a esto le decimos sacramento de la confesión).

Pero también debemos decir que no a esa pregunta si a partir de ella pensamos que a Él le da igual la bondad que la maldad. Dios se toma todo en serio, y su seriedad llega hasta la sangre derramada (como ya dijimos). Por eso nos ha enseñado un camino de vida para que encontremos la plenitud y la felicidad: y ese camino es ley que debemos cumplir.

Ahora bien, Dios no necesita intervenir “directamente” para que llegue a nosotros su “castigo” en este mundo. Simplemente nos llega como consecuencia del incumplimiento de sus leyes. No tenemos mucho espacio para explayarnos, así que simplemente nos quedamos con un ejemplo. El creador ha puesto su ley en el orden del universo. Cuando hacemos destrozos en el medioambiente… se recalienta el planeta, vienen sequías o inundaciones… Y si… tenía razón mi mamá al firmar que Dios no necesitaba mostrar su vara para hacernos dar cuenta de las cosas malas que desataban nuestras malas acciones.

Más complejo es el tema de nuestras maldades y vicios, pero el resultado es siempre el mismo: con el correr del tiempo la maldad que desatamos en esta vida se vuelve contra nosotros mismos.

¿Eso es todo?

No. No olvidemos que Dios es misericordioso, lento a la ira y presto a perdonar… mientras dura nuestra existencia en la tierra. Cuando la muerte nos llame al encuentro, entonces su misericordia toma el nombre de justicia. San Pablo nos advierte que vendrán las consecuencias:

“por tu obstinación en no querer arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten los justos juicios de Dios” (Rom 2,5).

Y si, aunque parece estar “pasado de moda” hablar sobre él, no debemos olvidar que el infierno existe. Eso sí, el infierno no es un “castigo” de Dios… es simplemente la consecuencia de no vivir de acuerdo a sus leyes: yo lo elijo y me lo gano.

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9 Comments

  1. Creo en las promesas del Señor. Es el primer articulo q leo y estoy pasando por un momento de existencialismo h me a quedado claro.

  2. Muy bueno , la simplicidad del relato llega a todos

  3. GRACIAS PADRE, ES BUENO RECORDAR QUE JESÚS TODO LO PERDONA SI NOS ARREPENTIMOS DE CORAZÓN.

  4. fanny edith moreno andrades dice:

    gracias padre es cierto dios no es castigador, solo nosotros sabemos lo malo de no seguir con fe y entereza la gracias de señor