El martes, pasado el mediodía, nos invadió una gran alegría. Asomado por un balcón que da a la Plaza del Vaticano, el Cardenal Chileno Medina Estévez dijo la frase tan esperada:

“Les anuncio con gran alegría: Tenemos Papa: el eminentísimo y reverendísimo Señor Joseph, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Ratzinger que ha tomado el nombre de Benedicto XVI”.

A los pocos minutos, atraídos por el humo blanco y las campanas de las Iglesias de Roma, cerca de trescientas mil personas se reunieron en la plaza. Miles de millones en todo el mundo contemplábamos, emocionados, estos acontecimientos por la televisión. Entonces las cortinas se abrieron y apareció el primer Papa del tercer milenio: Benedicto XVI.

Todavía resuenan en nuestros oídos sus primeras palabras:

“Queridos hermanos y hermanas: Después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido, a mí, un sencillo y humilde obrero de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con herramientas insuficientes y sobre todo me confío a vuestras oraciones. En la alegría del Señor Resucitado, confiados en su ayuda permanente, prosigamos. El Señor nos ayudará y María, su Madre Santísima, estará a nuestro lado. Gracias”.

Prosigamos… una palabra para destacar. Como que el mundo se había detenido en la espera del nuevo Vicario de Cristo. Expectación, anhelo, confianza en la cercanía de un Dios providente que no deja de acompañarnos. El detenerse en la oración por parte de los creyentes. El detenerse por la curiosidad de parte del no creyente. Y sale al balcón aquello que esperábamos: “¡tenemos Papa!”.

Prosigamos… no solos, sino bajo la guía del nuevo sucesor de Pedro que el Espíritu Santo le regaló a este tercer milenio que comenzamos.

Prosigamos… Una invitación a la esperanza, a poner la mirada en el final de nuestro camino: la Vida eterna que Jesús resucitado nos regala.

Prosigamos… Una invitación a poner las manos en el arado. A sumergirnos nuevamente en la realidad cotidiana para transformar el mundo de acuerdo con el corazón de Dios, para hacerlo más fraterno, justo y solidario.

Prosigamos… Una invitación a dejar a un lado los prejuicios que los medios de comunicación y el espíritu del mundo nos imponen.

Prosigamos… Una palabra que parece también estar resonando para nosotros, ciudadanos argentinos. Hoy, esta semana aquí en Paraná, todavía tenemos la desgracia de que algunos miran hacia nuestro pasado, no para aprender de los errores desde la conversión de las actitudes. Por el contrario, hay quienes, sin asumir las propias culpas, insisten en mirar hacia el pasado de los demás… para cargar de odio a las jóvenes generaciones.

Prosigamos… Una invitación a tener memoria del camino recorrido y a tener confianza en que el futuro se puede construir sólo en el amor concreto al prójimo que se hace cultura solidaria.

Prosigamos… ¡Hay una meta! ¡Dios está con nosotros! ¡Habemus Papam! Benedicto XVI nos guía… ¡en el nombre de Jesús!

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