Una de las cosas que he aprendido en la vida es la de “estudiar” el índice de un libro. Es que las materias tratadas dentro del contenido fueron organizadas de una manera determinada. Y por algo ha de ser. Cuando comprendo la estructura lógica de los contenidos me resulta más fácil la lectura. Y en el caso de esta Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II esto es muy importante.

En la entrega anterior veíamos que el problema de este documento es la novedad absoluta que trae: es la primera vez que un Concilio le habla no solo a los fieles sino al mundo en general. Por eso la manera de encarar el contenido no es la misma que, por ejemplo, la de la Lumen Gentium (para que recordemos la diferencia les recomiendo volver a leer el artículo introductorio a la Constitución Gaudium et Spes).

La historia del texto

La redacción de este documento fue larga y dificultosa. Se llevaron adelante varios esquemas que se fueron trabajando y luego se fundieron en el que fue promulgado por los obispos en la última sesión del Concilio.

Los Obispos querían tocar temas de actualidad para iluminarlos. Pero luego se vio la necesidad de que no se hiciera para cada tema un documento separado sino que se lo presentara como un conjunto. Entonces se les hace un gran capítulo previo que le diera contexto. Y se hace una introducción general está íntimamente unida a estas dos partes. Recordemos cual es esta estructura a través de sus títulos:

Exposición preliminar: situación del hombre en el mundo de hoy

Primera parte: la iglesia y la vocación del hombre

Capítulo 1: la dignidad de la persona humana

Capítulo 2: la comunidad humana

Capítulo 3: la actividad humana en el mundo

Capítulo 4: misión de la iglesia en el mundo contemporáneo

Segunda parte: algunos problemas más urgentes

Capítulo 1: dignidad del matrimonio y de la familia

Capítulo 2: el sano fomento del progreso cultural

Capítulo 3: la vida económico-social

Capítulo 4: la vida en la comunidad política

Capítulo 5: el fomento de la paz y la promoción de la comunidad de los pueblos

La exposición preliminar es una mirada hacia el mundo circundante en búsqueda de los signos de los tiempos, es decir, de lo que la realidad del mundo de hoy supone un desafío para la vida de los creyentes.

La primera parte tiene un contenido doctrinal acerca de lo que la Iglesia, en actitud de dialogo, propone al mundo como fruto de la Revelación de Dios que nos ha llegado desde su Hijo encarnado, Jesús. Este es corazón mismo de la Constitución y el que mayor valor perenne posee (ya nos detendremos al fin de este artículo).

La Segunda parte es una aplicación de la doctrina para iluminar los grandes signos que se descubrieron en la exposición preliminar. El contenido de esta parte era la intención primigenia de los Padres Conciliares, pero el Espíritu Santo los fue guiando para que se llegara al resultado final que tenemos en nuestras manos.

Esta manera de presentar el conjunto hace uso de un método que estaba usando la Juventud Obrera Católica y que se lo conoce como ver-juzgar-actuar.

La repercusión del método en Latinoamérica

Los Obispos latinoamericanos, en el post-concilio, usaron con mucho provecho (y también con muchas dificultades por las manipulaciones que algunos teólogos hicieron) este método para los grandes documentos de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Se usó para los documentos finales de Medellín y Puebla. En Santo Domingo se prefirió otro, pero en Aparecida se volvió a retomar. En este último se explica de qué se trata:

“En continuidad con las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, este documento hace uso del método ver, juzgar y actuar. Este método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe a través de su Palabra revelada y el contacto vivificante de los Sacramentos, a fin de que, en la vida cotidiana, veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y Sacramento universal de salvación, en la propagación del reino de Dios, que se siembra en esta tierra y que fructifica plenamente en el Cielo. Muchas voces, venidas de todo el Continente, ofrecieron aportes y sugerencias en tal sentido, afirmando que este método ha colaborado a vivir más intensamente nuestra vocación y misión en la Iglesia: ha enriquecido el trabajo teológico y pastoral, y, en general, ha motivado a asumir nuestras responsabilidades ante las situaciones concretas de nuestro continente. Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razón para su discernimiento y valoración con sentido crítico; y, en consecuencia, la proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo. La adhesión creyente, gozosa y confiada en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y la inserción eclesial, son presupuestos indispensables que garantizan la eficacia de este método” (DA 19)

Sin dudas que ha dado sus frutos y seguirá dándolos.

El cristocentrismo de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes

Si notamos los títulos de la primera parte, la referida al contenido doctrinal, vemos que no habla de Jesús. Los tres primeros capítulos se refieren a la persona humana y el cuarto a la Iglesia. ¿Se olvidó el Concilio de anunciar al mundo que el centro de todo es la persona de Jesús, único camino que nos lleva al Padre? Pues no. Al contrario, Jesucristo está en el centro y el culmen de lo aquí enseñado.

Recordemos que esta Constitución está planteada como palabras dirigidas a los no creyentes. Y así como San Pablo en el Areópago primero habló de lo que conocían los griegos para luego anunciarles el misterio del Dios-con-nosotros, de la misma manera actuaron los Padres Conciliares. Por eso cada uno de los capítulos de esta Primera parte posée un número final en el cual dice que todo lo que se ha descripto no puede terminar de entenderse acabadamente sino es a la Luz del mensaje cristiano. Les vuelvo a compartir el índice de esta parte, pero les pongo el título del número final de cada uno:

Primera parte: la iglesia y la vocación del hombre

Capítulo 1: la dignidad de la persona humana

22: Cristo, el Hombre nuevo

Capítulo 2: la comunidad humana

32: El Verbo encarnado y la solidaridad humana

Capítulo 3: la actividad humana en el mundo

38: Perfección de la actividad humana en el misterio pascual

39: Tierra nueva y cielo nuevo

Capítulo 4: misión de la iglesia en el mundo contemporáneo

45: Cristo, alfa y omega

Tal vez el más famoso de todos es el número 22, que le gustaba mucho citar a Juan Pablo II (que fue uno de los redactores de esta Constitución):

“En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.” (GS 22)

De esta manera los Obispos entran en dialogo con la cultura moderna no imponiendo nada, sino proponiendo lo que sabemos que es la respuesta de la Revelación: Jesucristo, el Señor.

Todo esto y un poco más…

Esta noche en nuestro programa radial Concilium. Lo pueden escuchar por la FM Corazón (104.1 de Paraná). Todos los escritos de esta serie (en su tercer año de emisión) están alojados en la pestaña Concilium.

Bienvenidas todas las sugerencias y comentarios.

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