No estoy negativo. Para nada. Pero uno se va poniendo viejo y le caen algunas fichas. Me explico.

El domingo a la noche, con la tormenta llegó un momentáneo corte de luz (de unas tres horas en mi casa). También se cortó el teléfono… y el servicio de internet. Por eso mi ausencia por estos lares en esta semana.

Y llegaron las cuestiones de Córdoba… Santa Fe… Buenos Aires… Chaco… Tucumán… La lista es larga y también incluye a mi Entre Ríos, aunque en la otra costa de la provincia, en la ciudad de Concordia. Yo seguía las noticias por la tele y por los comentarios de los vecinos que medían la “sensación de inseguridad” reinante en el barrio.

Vi muchos mensajes que interpretaban de manera muy distinta los hechos en los cuales policías y ladrones se entremezclaban. Desde la negación de la realidad, pasando por “el problema no es mío sino del otro” hasta la caída de algunos mitos que sustentaban el relato que ganó hace dos años por el 54% de los votos. Me vinieron a la frase memorias que se habían repetido como latiguillos: “no criminalizar la protesta” y “hay que salvar la república”. Esta última no es literal… pero es lo que ciertos opositores restregaban al gobierno hasta hace unos días.

El miércoles a la siesta me subí al techo del Templo. Corté el cable de teléfono… lo bajé con una tanza de pescar… cuando llegó al suelo emparché el lugar dónde se había cortado por la tormenta…subí nuevamente el cable hacia las alturas parroquiales… volví a empalmar y encintar en el lugar donde había hecho el corte… y por “milagro” me volvió la conexión alámbrica con el mundo. (Todavía estoy esperando que Telecom venga a solucionar el problema… ya les había hablado del drama que tuve con el 0800… ahora tendría que hablar de la espectralmente fantasmal atención del 114… pero no tengo ganas…).

Con el teléfono me volvió la conexión a internet. Así que pasé varias horas a la noche leyendo las notas de opinión de los diarios y blogs políticos a los cuales estoy suscripto a través del rss. Como las leía con dos o tres días de atraso… era “lindo” ver la postura de la opinión con la perspectiva que da el tiempo transcurrido. Leí de todo… en algún momento también me venía a la cabeza la imagen de la Presidente bailando y arremetiéndole acompasadamente a una cacerola… bahhh… sartencita nada más.

La interpretación que me quedó resonando (sinceramente… no sé exactamente dónde la leí) fue la que decía que lo que había ocurrido era la protesta de los mal-incluidos que dejaba la puerta abierta a la protesta de los excluidos del sistema. Y entre los mal incluidos están tanto los que no tienen posibilidad de un trabajo estable y se mantienen con los planes sociales… como los que están trabajando pero con un salario verdaderamente indigno. La protesta era de los que por tres pesos le ponen el pecho a los delitos para que estemos tranquilos: no seamos ingenuos al pensar que no hubo fogoneo político y de otros intereses espurios detrás… pero tampoco dejemos de negar el hecho que la inflación no solo vacía lo que se recibe por los planes o por las jubilaciones mínimas (70%) sino que también ningunea el salario de todos. Y los que protestaban no eran los que se quejan porque no pueden acceder al dólar (ya sea blue, turístico u oficial). Los que protestaban son los que se quejan porque a duras penas pueden llegar a fin de mes… si llegaban. Todo un síntoma del crecimiento con inclusión social que ha dejado esta década ganada.

Si bien entiendo que “la ocasión hace al ladrón”, no se debe olvidar que se es ladrón porque se roba: ya sea un rollo de papel higiénico o un plasma en un negocio desprotegido como el simple quedarse con un vuelto de alguien. También se que la protesta sindical es una parte importante de la vida en democracia para lograr una mejor distribución de los ingresos… pero abandonar la prestación de un servicio básico como el de la seguridad no es el método que corresponde a la búsqueda del bien común (aquí los políticos, a través de las leyes, deben buscar la manera concreta para dar un marco legal al asunto… señores ¡es su trabajo y no el mío buscarle la vuelta!). Tampoco es para nada ético dejar “zonas liberadas” y avisar a los cacos que pueden usarlas a su antojo. En cualquiera de estos casos, si se quebrantó la ley se debe ser juzgado por eso.

Bueno… hecha toda esta larga introducción (¿se nota que estuve cuatro días sin escribir?) llego al meollo de lo que titulé: “el futuro no existe”. Uno con todo esto que ocurre, lentamente, se va dando cuenta de que tenemos que mirar hacia delante para planificar, construir… pero que no debemos de dejar de disfrutar el día a día. Lo que puede llegar a ocurrir mañana lo deseo con toda mi alma… pero ni existe ni tengo plena certeza de que existirá. ¡Hay tantas variables en la vida que alejan el objeto deseado hasta, mucha veces, volverlo un imposible!

Para los que crean que entré en el pesimismo o en la pérdida de fe… pues les cito a San Agustín. Esto es lo que dijo en sus Confesiones (Libro XI, cap. 20):

“Hay un hecho claro y manifiesto: no existen ni el futuro ni el pasado. Tampoco es exacto afirmar que los tiempos son tres: pasado, presente y futuro. Quizá será más exacto decir que los tiempos son tres: presente de lo pasado, presente de lo presente y presente de lo futuro. Estas tres clases de tiempos existen en cierto modo en el espíritu, y no veo que existan en otra parte; el presente del pasado es la memoria, el presente del presente la visión, y el presente del futuro es la expectación. Si se me permiten estas expresiones, veo ya los tres tiempos y confieso que son tres. Digamos también que los tiempos son tres: pasado, presente y futuro, según la expresión abusiva de uso corriente. Sigamos expresándonos así, que yo no me preocupo ni me opongo, ni lo reprendo, con tal que se entienda lo que se dice, y no se tomen el futuro ni el pasado como algo existente. En realidad son muy pocas veces las que nos expresamos con propiedad, y muchas las que hablamos con inexactitud. Pero se entiende lo que decimos.”

Todo es un presente. El futuro es una simple expectación: lo deseado, lo que se espera, lo que se está viniendo. La misma vida del cristiano cumple estos supuestos. Sabemos que esperamos habitar la Casa del Padre… que Jesús partió para prepararnos una habitación y luego volverá a buscarnos para estar con Él… deseamos entrar de manera definitiva en el Reino de Dios proclamado e instaurado por la sangre derramada del Hijo de Dios. Pero a esto lo vivimos ya en el presente. A eso le decimos Gracia, ser Templos del Espíritu Santo, ser hijos de Dios…

Es que, también en las cuestiones de nuestra fe, el futuro no existe: es ya hoy lo que será en plenitud mañana. Bueno… Jesús algo de eso nos había dicho:

"No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. (...)

Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?

No se inquieten entonces, diciendo: "¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?" Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.

No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción." (Mt 6,19-20.25.31-34)

Y vos… ¿que opinás?

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One Comment

  1. Opino muy similar. El futuro lo imaginamos; el pasado no se palpa en nuestra existencia, sino que se vive en el recuerdo; el presente es real, pero tan efímero y evanescente que al instante ya es pasado.