El Papa anunció la semana pasada la publicación de una carta Encíclica sobre las cuestiones sociales. Llevará el nombre en latín: “Caritas in veritate” (El amor en la verdad). Se tratará de una serie de reflexiones sobre las condiciones de un desarrollo integral y el progreso sostenible. Volverá así a los temas que planteara Pablo VI en su encíclica “Populorum progressio” en 1967.

Pablo VI sentó en dicho documento las bases para un desarrollo que, más allá de lo económico, toque lo profundamente humano. Por eso hablaba de un desarrollo integral. He releído en estos días esta encíclica y quiero compartirle algunas citas, como una manera de preparar la que se viene.

El punto 14 sienta las bases con claridad:

El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre.

Para esto, es necesario que el ser humano, en el ejercicio de su libertad, trabaje para eso. Es interesante como en el punto 18 advierte sobre algunos aspectos que, fruto del pecado original, pueden empañar este desarrollo:

Este crecimiento personal y comunitario se vería comprometido si se alterase la verdadera escala de valores. Es legítimo el deseo de lo necesario, y el trabajar para conseguirlo es un deber: “El que no quiere trabajar, que no coma” (2Tes 3, 10). Pero la adquisición de los bienes temporales puede conducir a la codicia, al deseo de tener cada vez más y a la tentación de acrecentar el propio poder. La avaricia de las personas, de las familias y de las naciones puede apoderarse lo mismo de los más desprovistos que de los más ricos, y suscitar en los unos y en los otros un materialismo sofocante.

Es que poseer no es sinónimo de realización personal. El ser humano es algo más que cuerpo.  Por eso los bienes materiales no son todo. A esto viene lo que dice en el N° 19:

Así pues, el tener más, lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin último. Todo crecimiento es ambivalente. Necesario para permitir que el hombre sea más hombre, lo encierra como en una prisión, desde el momento que se convierte en el bien supremo, que impide mirar más allá. Entonces los corazones se endurecen y los espíritus se cierran; los hombres ya no se unen por amistad sino por interés, que pronto les hace oponerse unos a otros y desunirse. La búsqueda exclusiva del poseer se convierte en un obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a su verdadera grandeza; para las naciones, como para las personas, la avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo moral.

Para que el horizonte se pueda ampliar, es necesario la presencia en el mundo de los sabios:

Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.(20)

Esta última frase es la que define el verdadero desarrollo. Por eso la puse en negritas. Y, para que quede de manifiesto lo que significa en concreto esto, es que continúa en el número 21:

Menos humanas: Las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza (cf. Mt 5, 3), la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres.

En definitiva, como decía anteriormente, el desarrollo es algo que debe llegar a todos los hombres, pero también a todo el hombre

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4 Comments

  1. Hay pobrezas y pobrezas. Hay una pobreza humilde de corazón que fabrica el humus de la riqueza humana. No confundir humildad con lo que se entiende por humillación indigna, sino plantearlo como fuente de riqueza no material.